Asociación Buscadores de Plenitud

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Asociación Buscadores de Plenitud  CRÓNICA DE UN VIAJE A LOURDES EN 18 APARICIONES. 13ava. Aparición
A pesar de que mi objetivo era aprovechar al máximo el santuario y todo lo que ofrece, me deje seducir por un castillo que se veia en lo alto desde el santuario. Así que un día me dirigí hacia allí. Al final no llegue al castillo, me entretuve en el camino. Tres cosas me detuvieron.
La primera es que, al salir del circulo inmediato al santuario, me encontré con los residentes de Lourdes. Las personas del bar, la tienda de ropa, el mercado, etc. que simplemente viven y trabajan allí día a día. Lourdes se convirtió en un pueblo francés más, una comunidad más. Eso me gusto. La espiritualidad se encarna en la cotidianidad: la chica con piercing del bar, la señora comprando tomates en el mercado, el vendedor de ropa de marca, la panadera con su cara de cansancio de atender al publico, el alcohólico indigente que bebe en la plaza, etc.
Ya a esa altura me distraje de mi objetivo del castillo y simplemente comencé a vagar por las calles y a contemplar como María se encarnaba en esa gente. Seguí caminando y ,no voy a decir que me haya sorprendido, llegue al cementerio. Siempre que viajo por una causa u otra llego al cementerio del lugar. Nunca me ha asustado sino que me ayuda a recordar lo efímero de la vida. También es una zona de trabajo ya que apenas ingreso mi alma comienza a rezar por las almas del lugar. No lo se, lo hace sola y yo me dejo llevar.
Voy recorriendo los pasillos, sacando fotos, rezando y en ocasiones me detengo en alguna lápida que me llama la atención y le dedico las plegarias.
Así fue como de repente llegue a la tumba de la familia Soubirous, la familia de Bernardita la vidente de la Virgen. La familia de un molinero y una lavandera muy humilde y devota. Una familia creyente que agradecía los pocos alimentos que podían conseguir, que rezaba con devoción y educaba a sus hijos para que sean personas de bien. Pero que, cuando la "Señora" llego a sus vidas y las trastoco, no estaban tan contentos. Quisieron impedir a Bernardita rezar, hacer lo que tenia que hacer, la encerraron para que no saliera y rechazaban a la gente que llegaba a ellos. Tampoco ayudaron en su posterior vocación religiosa. No dejaron de amarla pero todo lo acontecido los forzaba a salir de las formalidades de las costumbres y los rituales para llevarlos a las realidades de la vivencia transformadora. No es para reprochar ya que acontece a diario en las personas.
Creemos que es mejor tener a Dios a la distancia en un altar que caminando, cercano, junto a nosotros.



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